jueves, 22 de mayo de 2008

Al lado del camino...

Sentado, mirando fotos amarillas, voy tomando un sorbo de agua, que lindas que se vuelven las luces y las formas se deforman de manera caprichosa, es medio día, en la estación de radio que usualmente escucha el vecino, suena el himno oaxaqueño, una pieza llamada “Dios nunca muere” … ahora caigo que Dios nunca muere, solo se transforma, se transforma en el Dios que cada persona se merece o el que cada persona se crea en su imaginación, y este Dios puede ser el principal benefactor o la peor pesadilla de una persona, nunca falta el profanote que dice que no saber que esta pagando que Dios la castiga de tal o cual forma, y créanme, si que saben muy bien que cosas están pagando, solo que como les dije en alguna ocasión, a los humanos y mas a los mexicanos, el olvido les llega a la tercera semana o menos, otros por su parte que de plano se la bañan sin pudor alguno, le dan gracias a Dios hasta porque el equipo de futbol ha ganado un partido o porque han terminado el torneo de forma decorosa, cada quien con su barbarismos…

Pero les contaba que suena el Dios nunca muere, una pieza tan mística, tan llena de recuerdos, tan cierta…
Me encontré con una foto de mi infancia que como les platique, si tuve infancia y tengo pruebas que así lo demuestran, misma que con el tema musical me ha traído a la memoria tantos recuerdos que podrás fácilmente entonces, comprender porque es que escribo este blog lleno de sátiras sobre la vida profana y también lleno de buenos deseos para todos los que se dejen querer, si también tengo como todos, un lado bipolar.

Nací hace ya mucho tiempo, entonces, en lo que se consideraría una provincia de la provincia de la ciudad de Oaxaca, es decir en un autentico pueblito, para mi fortuna, aun me toco vivir y conocer el campo, recuerdo, sí, los que me conocen uniformado de piel humana se extrañaran de conocer mi vida da campesino, pero tuve una vida infantil
“sencillota” dijera huarachin en uno de sus chistes, entonces, aun vivía mi abuelo, de quienes varios de sus nietos tienen su nombre, pero solo a mi se me concedió el honor de ser llamado así en este mundo tan profano, les decía, aun vivía en aquellos años mi abuelo, personaje modesto, humilde, sabia leer, y lo poco que escribía lo escribía de la chingada, solo sabia escribir su nombre y lo escribía mal,ahora entenderan por que escribo tambien de la chingada, bueno, como todos en esa época, aun no había los estándares del ISO-9000 y esas madres y menos para la literatura, y en estos tiempos el teclado de esta laptop no ayuda mucho que digamos, recuerdo que mi abuelo, siempre tenia el Calendario Galván, y era su manual de sobre vivencia en esta vida, sus predicciones sus augurios eran respaldados por ese librito, no se si aun exista pero, era la neta del planeta, los sábados que “descansábamos” de la escuela, mis dos hermanos y yo, nos preparábamos para la expedición casi casi a la selva lacandona, a cortar alfalfa para los animales que tenia el abuelo, y que varias veces nos toco atender de forma personal y casi nunca obligados, la neta al menos a mi me latía esa forma sencilla de vida, continuo, salíamos, como siempre ha sido la costumbre de la familia, tarde, a las 8 de la mañana era tardísimo, el punto de partida era a la altura de la gasolinera bautista para que se den una idea, entonces mi colonia como las tres mas que había eran calles de tercería, y ahí iba el abuelo con los tres mozalbetes, si vieron la familia telerin, así, así íbamos en fila tras el abuelo y mientras caminábamos el abuelo narraba la historia de los parajes, y de los personajes que los habitaban, imagínense, ya muertos en mi infancia la edad que tenían en ese entonces cuando Vivian, entonces bajamos a la calle que ahora es Av. Lázaro Cárdenas, antes era Camino Nacional y estaba llena de árboles de Pino en lo que ahora son sus banquetas, a esa altura era ya estar lejos de casa, proseguía la caminata, llegábamos a la frontera, a la col. Santa Cecilia, ahí era cruzar el puente, puente que en realidad era un puente de las vías del tren, que aun circulaba en esos tiempos, era la primera escala de los mozalbetes, nos divertía hacer una parada y tomar de las mismas piedras que había entre los durmientes y colocarlas sobre los rieles, si, la neta si poníamos como unas treinta piedras cada quien, y eso porque el abuelo nos apuraba, de por si tarde y nosotros con nuestras jaladas, y proseguíamos, ahora nos adentrábamos en lo que era en ese entonces “estar en santa lucia del camino” ahí en la famosa calle de calicanto si, ahí donde estaba la famosa barricada de Calicanto tomábamos esa calle hacia el sur había un montón de casas, como dos si mucho, y la vista el campo, los sembradíos, ya casi llegábamos a nuestro destino, solo faltaba, al igual que en las grandes migraciones de los animales allá en África, cruzar el río que se divisaba a unos ochocientos metros, estaba de weba, la verdad. Ahí nos contaba el abuelo que en época de lluvias se hacia una verdadera laguna en esa parte de santa lucia, y luego nos espantaba con sus historias místicas de apariciones, y de buey que te quedaras atrás, entonces ya no era fila india, ya íbamos todos al paso del abuelo, ahora se que en parte era forma de controlarnos y mantenernos a raya, llegábamos al mentado río, aun por su cause corría agua sino limpia, al menos si era transparente, con decirles que había peces de los conocidos como mojarras, chin, a mojarse, a mi abuelo no le hacia mucha gracia, a nosotros nos sobraba la que le faltaba a él, mientras el buscaba siempre la forma de pasar mojándose lo menos posible, nosotros hacíamos exactamente todo lo contrario, unos hijos de su madre.
Subíamos lo que suele siempre suele tomarse como burla una “lomita” y llegábamos a los terrenos donde nos esperaba la faena. Era raro, era como por turnos, mientras unos descansábamos de la caminata, a otro le tocaba darle caña a la alfalfa con la Hoz, y así sucesivamente, hasta que cada quien hacia eso a lo que le denominan “tercio” y que tendrías que estar seguro que aguantarías cargar de regreso hasta la casa, porque el abuelo hacia el suyo también y me cae que no le quedaban ánimos de cargar con lo tuyo, sino, ¿Dónde estaba la enseñanza?
Los terrenos a donde íbamos, estaban a la altura de lo que es ahora la URSE del Rosario, por la col. Roma. Aun recuerdo lo ingenuos que podemos ser de niños, mientras cortabas la alfalfa, encontrabas “nidos” de diferentes animalitos, no, la neta, encontrabas mas de ratones, pero el abuelo decía que eran de “conejos” y uno bien volado, no les fuera a tocar el aire a los inches ratones, se divertía el abuelo a nuestras costillas, y así transcurría la mañana hasta el medio día.
Llegaba la hora de regresar a casa, chin, veías el fruto de tu trabajo y te daba una flojera volver a casa, casi casi como la que le da a los maestros regresar a dar clases después de un paro de labores de varias semanas, con la mejor de las intensiones tomabas el tercio, lo echabas a la espalda y arre mula… ahí vas pa’tras…
Llegar con vida y cargando tu tercio de alfalfa a la altura del Camino Nacional traía consigo la recompensa a tu esfuerzo, hacíamos escala en una tiendita, que por cierto aun existe, y el abuelo compraba dos coca colas, una para él y una para que la compartiéramos entre los tres hermanos, si, la neta la sed era mayor que la parte proporcional que nos tocaba, pero así era la economía en esos tiempos, después de la breve escala, cruzábamos Camino Nacional y ya estábamos en los dominios, ya te podías quedar rezagado si querías, total, “ya conocías” y sabias que no podía pasarte nada o casi nada… y la “gente” del pueblo ya sabia quien eras y te “echaban” una vista.
Y así transcurrieron muchas marchas como esas, siempre eran diferentes una de la otra, siempre había una enseñanza durante el camino, tanto de ida como de regreso, y después las cosas mejoraron, después hubo días en que nos tocó una coca cola para cada quien, y claro, los tercios eran mas grandes, pero el corazón también se hacía más grande…




Esta foto viene cuando yo iba al jardín de niños “Tierra y Libertad” de quien fuimos miembros fundadores honorarios, y eso porque ya no había mas niños hoy en día se pelean por un espacio, si se dan cuenta mi madre me hizo mi traje de papel de china, con ayuda de mi tío Jaime, los demás niños llevaban de tela su traje, y yo rogando no fuera a llover, sino que chinga me ponía el agua, ahora después de muchos días, me sigo preguntando
¿En que parte de mi vida me perdí? O ¿realmente te pierdes o es solo que olvidas de dónde vienes?