martes, 31 de marzo de 2009

Una de Detectives...

capítulo I

Remigio Feliz, Detective.

1 de noviembre de 1957, noche lluviosa y en vísperas de Todos los Santos, un hombre toco a la puerta de mi despacho, era un hombre común, de esos que se reúnen por decenas en los bares, de esos que la primera vez que los miras tienen cara de González y además de funcionario gubernamental, vestía el clásico traje café y sombrero del mismo color, no le ví mucho futuro al hombre, estamos de acuerdo que no tenía ni siquiera un presente, tanto así, que pareciera que ni él mismo se quisiera ayudar, y, efectivamente, se apellida González, Gregorio González. Al verlo aparecer en la puerta, me dije -puta madre, creí que lo había visto todo.
Acostumbrado, después de quince años en este negocio, a toparme con cantidad de personas en busca de ayuda, no había visto hombre tan acabado y con tantas ganas de morir.

G.G- Señor Remigio..

Lo interrumpí en el acto,

R.F- El Señor está en el cielo, yo solo soy Don Remigio para usted, en su caso, sé que la pregunta se sobre entiende, así que dígame, ¿Qué problema quiere que le ayude a solucionar?

G.G.- Pues vera Señor Re…

R.F.- Oh que la canción, que no me llame Señor, dígame Don Remigio nomás…

G.G- Ah si, disculpe, pues verá Don Remigio, no se como decírselo, es que la verdad…

R.F.- Miré, de alguna u otra manera tendrá que decírmelo, así que, no perdamos más tiempo y dígame la situación.

G.G- Es mi esposa Don Remigio, tengo la sospecha de que ella me engaña.

R.F- Entiendo, es una cuestión marital, y ¿en que basas tus sospechas González? –creo que fue aquí cuando rompí la barrera de servidor-cliente, después de todo, quizá ya sabía lo que González estaba sintiendo en aquel momento, ya había tenido yo otros casos similares.

G.G- Pues verá, hace unos meses...

R.F.- ¿cuántos meses?

G.G- Tres meses Don Remigio…

R.F.- Continué por favor…

G.G.- Si, vera usted, hace tres meses que Hipólita comenzó a actuar raro…

R.F.- ¿Cómo raro? Disculpa, continua…

G.G.- Pues es que antes, digamos como 2 años antes, la Hipólita era bien hacendosa, yo invitaba a los compadres a ver el fútbol por la televisión y ella limpiaba, preparaba la sala para que estuviéramos cómodos todos, y preparaba la botana para acompañar las amargas sabe usted, y después se encerraba en la cocina y estaba pendiente a mi voz por si faltará algo en la mesa, incluso cuando me enoje con mi compadre Apolonio, ella intercedió con el compadre, le llamaba por teléfono, y le pedía disculpas a mi nombre, pero nada, mi compadre se había enojado mucho porque le dije que su equipo era tan perdedor como lo era él, creo que ahí si me pase de lanza Don Remigio y mi compadre hasta la fecha, se rehúsa a visitar la casa…

R.F.- sin duda usted no tenía queja de ella…

G.G.- si, pero vera usted, además de eso, yo siempre la acompañaba al mercado, y le compraba casi todo lo que me pedía, sus verduras, frutas, legumbres y los “acompletadores” frijolitos, usted sabe…

R.F.- no, no sé, dígame usted…

G.G.- eso de que “a la mujer ni todo el amor ni todo el dinero”

R.F.- Ah, entiendo, continua por favor…

G.G.- Yo la acompañaba a todos lados, tenia que cuidar que el gasto que le daba lo aprovechara de la mejor manera posible, y que además, alcanzara para todo lo indispensable, no fuera a ser que mi propia mujer me robara, eso sería una mala señal en nuestro matrimonio, aunque no era mucha mi desconfianza, yo no soy tonto Don Remigio, desde las primeras veces de matrimoniados, yo me fui fijando en los precios de todo lo que ella pudiera pedir en adelante, no, sino soy tonto Don…

R.F.- y, entonces, ¿cuál es el problema?

G.G.- eso, eso es lo que quisiera saber, cual es el problema…

R.F.- pero me decías que hace tres meses comenzó a actuar raro, ¿a que te refieres con eso?

G.G.- hace tres meses en el partido de las súper águilas contra esas que se dicen “chivas” invite a mis compadres, como lo hago casi todos los “clásicos”, es que nos turnamos los eventos deportivos, así, a todos los compadres les toca dar “tequio”, digo, para variarle ¿no?, y entones le decía, en ese súper clásico, mi mujer actuó de manera extraña, preparó la casa, la botana, que digo botana, abundante botana, puso a enfriar las espumosas y metió el vodka al congelador, y me dijo que iría a visitar a su madre, cosa que no hacia regularmente y menos en domingo, además, lugar al que sabía después de casarnos que yo nunca volvería, a menos, que fuera a actos funerarios de cualquier índole…

R.F.- Es usted muy severo, ¿no lo cree?

G.G.- Es que no conoce a la que dice ser mi suegra Don Remigio, la señora esa de la televisión que da los horóscopos, la señora Amira, es más parecida a una mujer que lo que parece mi suegra, y luego, bueno, usted debe de saber de que estoy hablando…

R.F.- No lo sé, no soy casado, pero me imagino de que esta usted hablando, yo también he visto a Amira en la televisión y hasta hoy sigo dudando que sea mujer, pero dígame, ¿Qué paso se domingo?

G.G.- Dieron las ocho de la noche y no llegaba, Hipólita no se quedaba mucho tiempo casa de su madre, si acaso, el tiempo que durarán las pocas quejas que tuviera en contra mía o de la vida, según fuera el caso, pero esta vez había estado seis horas en casa de su madre, algo no andaba bien Don Remigio…

R.F.- Sí, sin duda, pero ¿Qué te hace pensar que la señora Hipólita te engaña?

G.G.- Peréme, para ya voy Don Remigio…

R.F.- Entonces va para largo – a la vez de que encendía un cigarrillo- ¿gustas un trago González? -antes de que me contestara, creo que por inercia serví dos copas de juanito el caminador como para dormir a un elefante-

G.G.- si creo que me hace falta una copa – respondió tardíamente- Gracias…

R.F.- Continua por favor…

G.G.- Las visitas a la casa de su madre se hicieron cada vez más largas y lo más raro de todo, se hicieron más frecuentes, pero antes de ir a la casa de su madre, dejaba la casa impecable, preparaba la comida, las botanas y las bebidas listas para la reunión, como siempre, sin quejarse ni mucho menos repelar siquiera, hasta llegué a pensar que era una santa que el santo niño del fútbol me había enviado…

R.F.- Pero, entones, ¿Por qué sospechas que ella te engaña?

G.G.- Es que verá, Don Remigio, hace tres días, el domingo pasado, ya estaban las semifinales, y yo no podía perdérmelas, después de seguir todo el campeonato para nada, no me lo perdonaría, Hipolita, una vez más, se fue a casa de su madre, ya comenzaba a parecerme algo normal, no lo voy a negar Don Remigio, pero algo dentro de mi, me decía que algo andaba mal, así que decidí tomar cartas en el asunto…

R.F.- ¿qué hiciste?

G.G.- La seguí Don Remigio, la seguí..

R.F.- Y, ¿qué paso?

G.G.- pués nada Don Remigio, la seguí hasta la casa de su madre…

R.F.- Entiendo, y después, ¿Qué hiciste?...

G.G.- Como aun no se terminaba el primer tiempo, y mi casa me quedaba lejos, me metí al primer bar que encontré abierto, y termine de ver el partido…

R.F.- Le di un trago a mi copa, y le dije- entonces, si la seguiste hasta la casa de tu madre, y viste que ahí entró, ¿Por qué sospechas que te es infiel?

Al pobre González, se le llenaron sus ojos de llanto, por un momento, creí que la risa me ganaría, me recordó a Candí cuando lloraba en su cama por el mentado Anthony, pero me contuve, ahora, pensándolo bien, si me hubiera reído de aquel hombre, llegando a su casa era capaz de pegarse un tiro en la cabeza, no sin antes pegarle cinco a Hipólita en ese mismo lugar…

G.G.- Salí del bar Don Remigio, no había tomado más de tres cervezas en ese lugar, pues me remordía la conciencia de haber dudado de la Hipólita, veía a las parejas caminando por las calles y mi pensamiento se iba hasta Hipólita, pasé al mercado a comprarle unos claveles, unos claveles rojos, esos siempre le han gustado, además, con claveles le pedí que se casará conmigo, iba muy contento de regreso a la casa de la madre de Hipólita, dispuesto a enmendar mis errores y limar asperezas con el monstruo de mi suegra, en eso iba pensando Don Remigio, cuando… cuando…

Le di un chupete a mi cigarrillo y le dije desesperado…

R.F.- ¿Cuándo qué González? ¿Cuándo qué? ¿Qué paso?

G.G.- Cuando ví salir a la Hipólita de un hotel de paso Don Remigio,

R.F.- ¿Cómo?

G.G.- ¿Cómo?, eso ya lo sé, ¿con quién?, es lo que quisiera saber, por eso sospecho que mi mujer me engaña Don Remigio…

Comencé a trabajar en el caso de González, sin duda, algo no andaba bien en su matrimonio… y yo sin ninguna pista todavía...

Continuará…