viernes, 26 de junio de 2009

Día noventa... el fin...


Día noventa, he llegado casa, de una forma inexplicable de pronto me encontré caminando la vieja calle de mi casa, aquel viejo portón de mi hogar es inconfundible, con sus paredes de piedra y cemento que me vieron crecer, que me vieron marcharme tantas veces e igual numero de veces volver una y otra vez, ¿cómo pude llegar a casa sin saberlo?, no me pregunten, porque no lo sé, después de caminar según yo noventa días que en realidad fueron como noventa años, han oscurecido el sol y la luz, la luna y las estrellas y las nubes han vuelto cargadas de lluvia. Mis brazos ahora tiemblan y son más delgados y débiles que ya no pueden abrazar tan fuerte que no dejen respirar, mi espalda que alguna vez recibió las caricias de unas cálidas manos hoy se encorva como cargando una pesada pena, ahora que pienso en las penas, creo que pensar en eso siempre fue una tontería, ahora recuerdo que les negué a mis brazos el placer de abrazarte aquella tarde en aquel café, me negué el placer de sentir tus cálidas y suaves manos sobre mi espalda porque pensaba en que podría hacerlo mañana o quizá después, nunca pensé estar en este momento, aunque lo sabía desde el día en que fui concebido, ahora, las lágrimas recorren mis mejillas, los que alguna vez añoraron verte llegar a casa, ahora se oscurecen y ya no miraban por la ventana, y te piden perdón por las veces que no te vieron con el cariño, con la ternura y con la pasión que tenían para ti, lamento hoy los te quiero que nunca dije por guardar para mañana, siempre creí que el tiempo no transcurriría como los ríos que van al mar, ahora que he llegado a donde fui predestinado desde que fui concebido y que finalmente es la muerte, aunque nunca pensé en eso, siempre pensé, hice y actué como si este momento nunca fuera a llegar, aquí, a la puerta de mi hogar, pienso en ti, quizá no seas una dama de gris, quizá fui yo quien se convirtió en un hombre de gris, dejé de ser Gigi o Beppo, quizá me aleje del anfiteatro y ya no te conté historias mientras te arrullaba entre mis brazos, solo debí haberte dicho cuanto te quiero cada noche y así llegar a mi ocaso y aun decirte cuanto te quiero, para que cuando cierre mis ojos por ultima vez, me despida haciéndote saber que así será hasta que nos volvamos a ver en esta o en otra vida, creo que esa fue la enseñanza que tuve en esta vida, ahora, no sabes lo que daría por uno de tus abrazos, por una de tus sonrisas, por estar contigo...