Llevo ya diecisiete días caminando hacia el sur, sigo encontrando pueblos sin pobladores, casas sin risas… ruidos, pero este día fue distinto, no, no encontré persona alguna, encontré un perro, o, el perro me encontró a mí, eso es lo de menos.
Era la undécima hora cuando divisé el siguiente poblado, eran pocas las esperanzas de hallar a alguien más, llegó la hora duodécima cuando subía la colina para arribar al pueblo, un ruido, un golpeteo en lo que me imagine era un puerta, rápidamente me tiré al suelo, al menos esa era impercepción de rapidez, por mi mente pasaron muchas cosas de lo que pudo haber causado aquel ruido, será otra persona, será un animal salvaje, quizá, solo fue el viento. El ruido una vez más llego a mis oídos, me decido a averiguar que es, me arrastro por el suelo colina arriba hasta el punto que puedo divisar el pueblo, tomo los binoculares e inicio la revisión desde el punto más cercano a mí, de izquierda a derecha, de pronto, ahí estaba la fuente del ruido, un perro intentando abrir una puerta de lo que parecía un súper mercado, un perro de lo que comúnmente se les llama “corriente” de color negro con una mancha en el pecho de color blanco, retrocedo un poco a manera de que el perro no pudiera notar mi presencia, y pienso, “Anubis”, será Anubis, se supone que Anubis en la cultura egipcia se representaba como un chacal negro o como un hombre con cabeza de chacal o de perro. Era el dios que presidía las momificaciones y el guardián habitual de las necrópolis. Su función consistía en guiar el alma del difunto en el más allá. Pero este no tiene cuerpo de hombre o no es un hombre con cabeza de perro, que no sería lo mismo pero sería igual, la incertidumbre que siento se hace insoportable y me decido a bajar a hacer frente a la situación, no sin antes tomar algo con que defenderme en dado caso del animal, reviso el lugar de forma muy minuciosa en busca de más ejemplares u otras amenazas que hallan pasado desapercibidas por algún otro motivo.
Me acerco y el perro ha notado ya mi presencia, es raro, pero no da muestras de miedo o de alegría de verme, eso me da desconfianza y le pongo la vara por delante, el perro parece entender y sigue insistiendo en abrir la puerta, lo alejo con la vara y procedo a abrir la puerta, ni bien abro la puerta y entra el perro a toda velocidad, se avienta a los costales Pedigree, así estaré en cinco días que será cuando se terminen mis provisiones, le veo el lado amable dijera el chavo del ocho, al menos ya no estoy solo, estoy con un perro que siento me ayudará a pasar al otro mundo o al menos esa es su intención, pienso en un nombre para el guía, le pondré K’awiil, que es para los mayas el Dios de los linajes divinos, que creo viene perfecto para la ocasión, ya que soy el único hasta hoy…
Ya viene la noche, es hora de buscar refugio, para mi y para K’awiil…
Era la undécima hora cuando divisé el siguiente poblado, eran pocas las esperanzas de hallar a alguien más, llegó la hora duodécima cuando subía la colina para arribar al pueblo, un ruido, un golpeteo en lo que me imagine era un puerta, rápidamente me tiré al suelo, al menos esa era impercepción de rapidez, por mi mente pasaron muchas cosas de lo que pudo haber causado aquel ruido, será otra persona, será un animal salvaje, quizá, solo fue el viento. El ruido una vez más llego a mis oídos, me decido a averiguar que es, me arrastro por el suelo colina arriba hasta el punto que puedo divisar el pueblo, tomo los binoculares e inicio la revisión desde el punto más cercano a mí, de izquierda a derecha, de pronto, ahí estaba la fuente del ruido, un perro intentando abrir una puerta de lo que parecía un súper mercado, un perro de lo que comúnmente se les llama “corriente” de color negro con una mancha en el pecho de color blanco, retrocedo un poco a manera de que el perro no pudiera notar mi presencia, y pienso, “Anubis”, será Anubis, se supone que Anubis en la cultura egipcia se representaba como un chacal negro o como un hombre con cabeza de chacal o de perro. Era el dios que presidía las momificaciones y el guardián habitual de las necrópolis. Su función consistía en guiar el alma del difunto en el más allá. Pero este no tiene cuerpo de hombre o no es un hombre con cabeza de perro, que no sería lo mismo pero sería igual, la incertidumbre que siento se hace insoportable y me decido a bajar a hacer frente a la situación, no sin antes tomar algo con que defenderme en dado caso del animal, reviso el lugar de forma muy minuciosa en busca de más ejemplares u otras amenazas que hallan pasado desapercibidas por algún otro motivo.
Me acerco y el perro ha notado ya mi presencia, es raro, pero no da muestras de miedo o de alegría de verme, eso me da desconfianza y le pongo la vara por delante, el perro parece entender y sigue insistiendo en abrir la puerta, lo alejo con la vara y procedo a abrir la puerta, ni bien abro la puerta y entra el perro a toda velocidad, se avienta a los costales Pedigree, así estaré en cinco días que será cuando se terminen mis provisiones, le veo el lado amable dijera el chavo del ocho, al menos ya no estoy solo, estoy con un perro que siento me ayudará a pasar al otro mundo o al menos esa es su intención, pienso en un nombre para el guía, le pondré K’awiil, que es para los mayas el Dios de los linajes divinos, que creo viene perfecto para la ocasión, ya que soy el único hasta hoy…
Ya viene la noche, es hora de buscar refugio, para mi y para K’awiil…
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